martes, 10 de mayo de 2011

10 de mayo día de las madres



Pensar en la propia muerte es una cosa, pero el pensar en la de otros es un miedo muy distinto, sobre todo cuando pensamos en nuestros seres queridos, una nube de tristeza se cierne sobre nuestras cabezas y rápidamente queremos disipar esas ideas a como dé lugar, no vaya a ser que atraigamos la desdicha a nuestras vidas, ahora mismo pienso en que el tiempo que estoy viviendo es uno en el que tengo a todos los que realmente me importan; tengo a mi madre principalmente y también cuento con mis hermanos y amigos, pero ¿Por cuánto más voy a estar así? "Solo es cuestión de tiempo" dice la voz realista de mi subconsciencia y no quisiera plantearme cuánto tiempo más estaré así, solo quisiera determinar cuan afortunado soy, sin tener que preocuparme por el que pasará mañana, egoístamente como quisiera que todos vivieran para siempre y así mantener el estilo de vida que tanto forje en mi vida, sin cambios bruscos o perdidas lamentables porque somos egoístas por naturaleza y queremos que nadie en nuestra vida envejezca y finalmente perezca, inconscientemente nos convencemos de que a nuestros hermanos y amigos no les va a pasar nada, que nuestra madre vivirá 100 años más, cuando pero la verdad es que vamos a ser terriblemente desdichados cuando ese día llegue, pero mientras tanto ¿Qué hacer? Yo abrasaré a mi madre en cuanto la vea, le diré cuanto la quiero ese definitivamente sería un comienzo:






¡Feliz día de las madres!



 Te amaré por siempre

Una madre cargaba a su nuevo bebe y muy despacio lo arrullaba de aquí para allá y de allá para acá. Y mientras los arrullaba le cantaba:

Para siempre te amare,
para siempre te querré,
mientras en mi haya vida,
siempre serás mi bebe.

El bebe crecía, crecía… crecía y crecía, a los dos años, el corría por toda la casa. Jalaba los libros de los estantes, sacaba toda la comida del refrigerador, y cogía el reloj de su mama y lo tiraba en el inodoro; algunas veces su mama decía: “¡Este niño me está ENLOQUECIENDO!”. Pero cuando llegaba la noche y aquel niño de dos años finalmente está tranquilo, ella abría la puerta de su cuarto, gateaba hasta su cama y miraba a su hijo desde allí abajo; y si realmente estaba dormido, ella lo levantaba y lo arrullaba de aquí para allá de allá para acá y mientras lo arrullaba le cantaba:

Para siempre te amare,
para siempre te querré,
mientras en mi haya vida,
siempre serás mi bebe.

El niño crecía… crecía y crecía, a los nueve años nunca quería llegar a cenar, nunca quería tomar un baño y cuando llegaba la abuela de visita, siempre decía palabras malas. Algunas veces su madre deseaba venderlo al zoológico. Pero cuando llegaba la noche, y el muchacho estaba dormido, la madre silenciosamente abría la puerta de su cuarto, gateaba hasta su cama y miraba a su hijo desde ahí abajo; y si estaba realmente el estaba dormido, ella levantaba a aquel muchacho de nueve años y lo arrullaba de aquí para allá de allá para acá; y mientras lo arrullaba, le cantaba:

Para siempre te amare,
para siempre te querré,
mientras en mi haya vida,
siempre serás mi bebe.

EL niño crecía, crecía… crecía y crecía, hasta que llego a ser un joven. Tenía amigos raros, se vestía con ropa rara, y escuchaba música rara. Algunas veces la madre sentía estar en un zoológico. Pero cuando llegaba la noche, y el joven estaba dormido, la madre silenciosamente aria la puerta de su cuarto, gateaba hasta su cama y miraba a su hijo desde allí abajo, y si realmente estaba dormido, ella levantaba aquel muchachote y lo arrullaba de aquí para allá, de allá para acá, y mientras lo arrullaba le cantaba:

Para siempre te amare,
para siempre te querré,
mientras en mi haya vida,
siempre serás mi bebe.

Aquel joven crecía, crecía y crecía, hasta que llego a ser hombre, entonces se fue de la casa y se cambio para una propia al otro lado del pueblo. Pero en algunas veces cuando las noches estaba muy oscuras, la madre sacaba su automóvil y se dirigía especialmente a la casa de su hijo. Y si estaban apagadas las luces en la casa de su hijo, ella abría la ventana de su cuarto entraba gateando por el piso y miraba a su hijo desde ahí abajo’ y si realmente ese hombre bien grande estaba dormido, ella lo levantaba y lo arrullaba de aquí para allá de allá para acá, y mientras lo arrullaba le cantaba:

Para siempre te amare,
para siempre te querré,
mientras en mi haya vida,
siempre serás mi bebe.

Bueno a través del tiempo, aquella madre envejecía, envejecía… envejecía y envejecía, un día llamo a su hijo y le dijo: “sería mejor que vinieras a verme porque ya estoy muy vieja y enferma”. Entonces el hijo fue a verla, cuando el entro en su cuarto ella trato de cantarle la canción. Para siempre te querré para siempre te amare, Pero ella no pudo terminar la canción porque ya era demasiado vieja y estaba muy enferma, El hijo se acerco a su madre, la levanto y la arrullo de aquí para allá y de allá para acá y mientras la arrullaba le canto:

Para siempre te amare,
para siempre te querré,
mientras en mi haya vida,
siempre serás mi mama.

Cuando el hijo regreso a su casa esa misma noche, se quedo pensativo por largo tiempo, a lo alto de la madrugada. Después se fue al cuarto de su hijita recién nacida que estaba durmiendo. La levanto en brazos y la arrullo de aquí para allá, de allá para acá, y mientras la arrullaba, le cantaba:

Para siempre te amare,
para siempre te querré,
mientras en mi haya vida,
siempre serás mi bebe.

Cuento por: Robert Munsch.